Plovdiv - Batak

Hoy el día amaneció con una personalidad un poco melancólica: cielo gris, frío húmedo y esa sensación de querer quedarse enrollado en la manta... pero aquí no se para. Arrancamos el día con calma (que a mí me encanta porque así tengo tiempo para mi ritual matutino con el pato de goma) y nos pusimos en marcha hacia otra maravilla brutalista soviética: el Monumento de las Tres Generaciones en Perushtitsa.

Este pedazo de historia, que parece más una obra de arte extraterrestre, fue construido en 1974 para conmemorar a tres generaciones de luchadores búlgaros: los que resistieron al Imperio Otomano, los que lucharon en la Guerra de Liberación y los partisanos de la Segunda Guerra Mundial. Pero lo que lo hace aún más especial es su diseño, cubierto de piedra natural, lo que le da un aire de fortaleza ancestral que contrasta con el estilo brutalista. Aunque no lo visitan muchos turistas, esto lo hace más mágico. ¿Sabéis lo mejor? ¡Estábamos completamente solos! Ni rastro de humanos curiosos o perretes intrusos, solo mi papi y yo, contemplando esa gigantesca pieza de historia como si fuera un monumento erigido para nosotros.

Tras absorber la energía del lugar (y posar un poco para las fotos, claro), retomamos nuestra rutina viajera. Tuvimos que hacer algunas paradas logísticas importantes: repostar el coche, deshacernos de la basura acumulada y cargar agua. A veces pienso que mi papi es como un mago: siempre tiene todo bajo control, incluso en medio de la nada.

Después, subimos por carreteras de montaña que se retorcían como lomos de dragones. Y ahora, aquí estamos, aparcados en un lugar que me suena... ¡Claro, es donde mi papi el año pasado arregló la puerta del coche, después de una rusa gorda (así la llama él) le había dado un golpe a nuestra pobre cámper. Fue todo un drama en su momento, pero verlo arreglarlo aquí fue como presenciar a un guerrero reparando su armadura.

Esta noche estamos a más de 1500 metros de altura, completamente solos. Aquí no hay más ruido que el viento y quizá algún lobo aullando a lo lejos, pero tranquilos, que yo soy un perro valiente. Hace un frío que pela, pero no os preocupéis por mí: nuestra calefacción funciona de maravilla y estoy listo para acurrucarme en mi mantita mientras papi se relaja.