Día 79: Duntulm - Fairy Pools

De focas a hadas, cruzamos Skye entre mimos y acantilados

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La noche fue tan tranquila que no sé si dormí o me convertí en piedra musgosa. A una hora más o menos decente (es decir, después de que papi Edu se tomara su segundo café), salimos en dirección norte… y cinco minutos después ya habíamos llegado. Sí, cinco. Crónica de una etapa breve.

Aparcamos cerca del castillo de Duntulm, que más que castillo es un resumen arqueológico del viento: quedan unas ruinas aferradas al borde del acantilado, con vistas que merecen reyes aunque ya no queden muros que los protejan. Desde allí vimos algo mucho más noble que cualquier noble: un grupo de focas tomando el sol. Había una flotando tranquilamente en el mar y otras tumbadas en una gran roca en la costa. A mí me pareció un buffet libre de sardinas, pero papi me recordó que no debo meterme en política internacional entre especies.

De vuelta al sur, pasamos por nuestro sitio de pernocta y paramos en el Skye Museum of Island Life. Pagamos entrada (siete libras con cincuenta) y, lo mejor: ¡yo podía entrar! Menuda alegría, aunque eso sí, no había ni un hueso ni una croqueta de muestra.

El museo es un conjunto de casitas de piedra con tejados de paja, decoradas por dentro como si aún viviera allí la abuela de alguien muy resistente al frío. Hay una casa de tejedor, otra con herramientas de herrero y un par de habitaciones que huelen a mueble antiguo de verdad. Es bonito y está bien conservado, pero todo es tan compacto que en media hora ya lo habíamos visto todo. Papi Edu murmuró algo sobre el Highland Folk Museum (el qué vimos hace unas semanas) y relación calidad-precio, pero no lo voy a repetir porque esto es un blog familiar.

De allí, otro avance glorioso: ¡trece kilómetros en veinticinco minutos! Gracias a las famosas "single file roads with passing places", que es una forma elegante de decir que vas rezando cada vez que viene alguien de frente.

Aparcamos en el Fairy Glen, un lugar con nombre de lavavajillas verde pero con forma de maqueta de cuento. Hay colinas redondeadas, montículos que parecen espirales mágicas, y hasta piedras colocadas en círculos por humanos aspirantes a duendes. Había muchísima gente, más que en un congreso de hobbits. Pero a pesar del gentío, el sitio conserva un aire misterioso. Y yo fui el rey del lugar: no di un paso sin que alguien me acariciara la cabeza, me dijera lo guapo que soy o me hiciera una foto. Normal, tengo el carisma de un elfo y la elegancia de un gnomo con experiencia.

Después, vuelta al coche para un trayecto más largo, mayormente por carreteras de un solo carril. Papi Edu mantuvo la calma, o la disimuló bien. Llegamos a Neist Point, el punto más occidental de Skye, donde aparcamos gratis (¡milagro!) y comimos en la camper con vistas al mar y al infinito.

Neist Point tiene un paseo sobre los acantilados que parece diseñado por un director de documentales de naturaleza. En el horizonte, el faro blanco se recorta sobre el océano. Bajamos por el sendero hasta acercarnos al faro, que es muy fotogénico pero está cerrado a cal y canto. Se parece bastante al de Mull of Galloway: misma forma, misma trompeta de niebla, misma sensación de estar al borde del mundo.

Tras el paseo, tocaba subir otra vez al aparcamiento. Yo hice trampa y me quedé a la sombra de un muro mientras papi subía jadeando con la cámara, el agua y su dignidad medio intacta.

Luego, otro trayecto largo: más de cincuenta kilómetros que nos tomaron una hora larga. Pero mereció la pena. Llegamos a un aparcamiento cerca de las Fairy Pools, gratis y casi a reventar. Hay al menos quince campers y autocaravanas, y también tiendas de campaña en el aparcamiento. Pero tuvimos suerte y encontramos un hueco con buenas vistas al cielo. Eso sí, cero cobertura móvil. No pudimos actualizar el blog, ni subir fotos, ni hablar con tito Joan. Todo muy siglo XIX.

Así que papi Edu aprovechó para hacer bricolaje: le cambió la funda al volante, con cara de manitas satisfecho aunque le costó más trabajo que se había imaginado y lo tuvo que dejar a medias. Yo supervisé desde la cama, que también es mi puesto de control oficial. Y aquí nos quedamos a dormir. Mañana supongo que vamos a ver las Fairy Pools.

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