Día 100: Castlerock - Londonderry - Carrowen

La mañana amaneció con niebla y frío, ese tipo de tiempo que hace que uno se pregunte si no estaría mejor debajo del edredón. Pero como mis humanos son de los de “venga, que hay que aprovechar el día”, salimos a explorar el dominio de Downhill.

Primero vimos el Mussenden Temple, que no es un templo para rezar por chuches, sino una especie de rotonda de piedra con vistas al mar, construida para ser una biblioteca. Yo creo que la señora que lo mandó construir se quería hacer la influencer de su época. Después, nos topamos con unas ruinas de un palacio (bueno… ahora son cuatro paredes y mucha imaginación), y luego paseamos por el Black Glen, un bosque que parecía el decorado de una peli de misterio, pero sin zombis. Terminamos en el Belvedere, una estructura con vistas de esas que hacen que los humanos saquen el móvil como si fueran fotógrafos profesionales de National Geographic.

Mientras paseábamos, el tiempo empezó a mejorar. Volvimos a la camper y nos pusimos en marcha hacia Londonderry. Antes de entrar en la ciudad, parada técnica: compras en Tesco, gasolina para el coche y… ¡ni una chuche para mí! Indignación perruna.

Aparcamos gratis junto a un parque, al otro lado del río, y después de comer cruzamos el Peace Bridge, que une las dos orillas de la ciudad. Es moderno, curvado y con mucho simbolismo de reconciliación… aunque yo creo que si hubieran puesto una tienda de snacks en el medio, la paz se habría logrado mucho antes.

En el centro, visitamos el Guildhall, un edificio tan bonito que parecía sacado de un cuento, con vidrieras espectaculares y una torre que seguro tiene mejores vistas que mi camita de la camper (y eso que yo siempre pillo el mejor sitio). Luego, nos subimos a la muralla de Londonderry, que da la vuelta a todo el centro. Desde arriba, ves iglesias, cañones y un montón de sitios interesantes. La catedral la vimos solo por fuera, porque al parecer yo no tengo cara de visitante respetable (injusticia número dos del día).

Después bajamos al barrio de Bogside, donde están los murales relacionados con los Troubles. Allí está el famoso Free Derry Corner, con su pintada histórica que dice que has llegado a Free Derry. Vimos el monumento de Bloody Sunday, que recuerda a las víctimas de aquella tragedia, y también el monumento a los huelguistas de hambre. La historia que cuentan estos murales no es alegre, pero es muy importante… y aunque yo no entiendo de política humana, sé que estos muros hablan.

Regresamos al centro, cruzamos otra vez hacia el coche y conducimos media horita. De repente, ¡ya estábamos en Irlanda otra vez! Sin aduanas, sin preguntas, sin “¿lleva usted pienso o huesos prohibidos?”. Aparcamos junto a un causeway que conecta el continente con la isla de Inch. Antes de recogernos, dimos un paseo entre pajaritos y cisnes… yo iba pensando que un cisne de esos no se deja oler tan fácilmente como un perro, y mejor así. El sitio es tranquilo, bonito, y perfecto para dormir después de un día de templos, murallas y puentes que, aunque den paz, no dan galletitas.