Dag 8

Clarafond-Arcine - Pillemoine

2 vídeos
😦 Nos están bombardeando 💣 con garbanzos congelados ☢️
Aquí vamos a dormir 💤 en el Parc naturel régional du Haut-Jura 🌲
Geluidsbestand
238

Dormimos como unos benditos. El sitio era tan tranquilo que hasta los pájaros hablaban en susurros. Por la mañana, mientras papi Edu tomaba su café, yo ya estaba explorando el entorno a mi aire. Sol, silencio, olor a campo… Yo olisqueando cada mata como si escondiera un secreto, y papi admirando las vistas con cara de anuncio de infusiones.

A eso de las diez y media arrancamos el coche y pusimos rumbo al noroeste. Por carreteras departamentales, sin prisas. Cruce por aquí, curva por allá, olor a queso en algún tramo… lo típico. La idea era llegar a un sitio llamado Nantua. Pero justo antes de llegar, pasamos por una cosa que nos hizo abrir bien los ojos: Les Glacières de Sylans. A mí la palabra “glaciar” me suena a nieve, frío y patitas mojadas, pero resultó ser otra cosa: un edificio gigante medio en ruinas, al pie de una montaña, donde antes guardaban hielo natural. Hace más de 100 años, sacaban bloques de hielo del lago Sylans en invierno y los metían ahí, como si fueran lingotes de oro frío. Luego los enviaban por tren a Lyon, París e incluso hasta África. ¡Hielo africano con denominación de origen francesa! No me digáis que los humanos no sois raros.

Después de una pequeña parada para ver las ruinas, seguimos. La ciudad de Nantua nos pareció muy bonita desde el coche: callecitas, casitas, ambiente de domingo. Pero antes de hacer turismo, tocaba llenar la tripa. Aparcamos en un sitio tranquilo, gratis, casi pegado al lago de Nantua. El lago es precioso: grande, de aguas verdes y rodeado de montañas que se reflejan como si alguien las hubiera pintado dos veces. Y sí, me mojé las patas en el lago. Porque si hay agua, allá voy. Pero sin exagerar, que ya sabéis que nadar no es lo mío.

Comimos a gusto y justo cuando papi y yo estábamos listos para nuestra caminata por la orilla del lago hasta el centro, ¡pum! Lluvia. Pero no lluvia normal, no. Esto era una competición de gotas XXL. Y luego granizo. Y no unos granitos juguetones, no… ¡canicas! Caían sobre el techo de la cámper con tal fuerza que parecía que nos estaban bombardeando con garbanzos congelados. Yo, valiente pero no tonto, me metí debajo de la mesa hasta que pasara el apocalipsis meteorológico.

Cuando escampó un poco, decidimos movernos. Pero al avanzar medio kilómetro por la carretera que rodea el lago, nos encontramos con un atasco monumental. Cero movimiento. Según papi, algún accidente más adelante. A mí me daba igual el motivo, pero no poder correr ni olisquear durante tanto rato... desesperante. Al final, como muchos otros coches, dimos media vuelta y nos metimos en un pequeño tramo de autopista, solo lo justo para evitar el atasco (que los peajes no son lo nuestro).

Hicimos más de 100 kilómetros hasta llegar al Parc naturel régional du Haut-Jura. Un sitio precioso, lleno de montañas cubiertas de bosque, riachuelos, pastos, pinos altos y un aire que huele a aventuras. Este parque es enorme y tiene rutas de senderismo, pueblos con encanto, y hasta linces, aunque yo no vi ninguno. Lo que sí vi fueron mil sitios para correr, oler, y marcar mi territorio como un profesional.

Nos costó un poco encontrar un sitio para dormir. Gracias una vez más al sentido del humor de Google Maps, que nos mandó por caminos imposibles, tuvimos que hacer más maniobras que un tractor en feria. Pero al final dimos con una joya: un mirador con mesa de picnic, rodeado de bosque y con vistas a los campos ahí abajo, como si estuviéramos sentados en el regazo del Jura. Yo, feliz. Papi Edu, también. Y aquí vamos a dormir. Si no cae otra granizada, claro.

Reactie toevoegen

CAPTCHA
9 + 6 =
Los deze eenvoudige rekenoefening op en voer het resultaat in. Bijvoorbeeld: voor 1+3, voer 4 in.
Deze vraag is om te controleren dat u een mens bent, om geautomatiseerde invoer (spam) te voorkomen.