¡Qué día tan lleno de emociones hemos tenido, compañeros de ruta! De las tres cámperes que pasaron la noche en la zona de picnic, ¡nosotros fuimos los últimos en arrancar! Nos lanzamos hacia la pequeña ciudad de Figeac, aparcamos el coche y ¡a explorar se ha dicho! Aunque no encontramos monumentos extraordinarios, ¡el ambiente era puro buen rollo! ¡Nos dimos un garbeo por las calles, disfrutando del ambiente local como unos auténticos exploradores!
¡Luego, nos dedicamos a lo importante: comer y descansar! ¡Necesitábamos recargar las pilas para la próxima aventura!
¡Después, nos lanzamos a Rocamadour y oh, sorpresa! Como en el pueblo que vimos ayer, había muchísima gente. Encontramos un sitio para aparcar el coche y, ¡milagro!, ¡sin tener que soltar ni un euro! Subimos al pueblo y ¡vaya caos en la calle principal! ¡Todo era una locura de turistas, tiendas de souvenirs, heladerías y restaurantes! ¡Puro frenesí turístico!
Lo más alucinante de Rocamadour fue el santuario incrustado en la roca. ¡Subimos más escaleras de las que creíamos posible y valió la pena cada paso! Pero antes de eso, ¡escalamos aún más por un Viacrucis hasta casi tocar el cielo! Desde allí, por solo dos eurillos, nos dimos el lujo de pasear por las murallas y disfrutar de unas vistas alucinantes del valle y el santuario abajo. ¡Y lo mejor de todo es que yo entré gratis! ¡Qué ganga!
¡Después de esa épica caminata, volvimos al coche y nos dirigimos a esta área para autocaravanas en Padirac! ¡Aquí estamos ahora, rodeados solo por cuatro valientes familias autocaravaneras más, disfrutando de la paz y la tranquilidad después de tanto trajín! ¡Qué día de aventuras, amigos! ¿Quién dice que la vida en la carretera no es emocionante? ¡Nosotros estamos aquí para demostrar lo contrario!
Que bonito.