Día 165

Kuusamo - Pudasjärvi

1 vídeos
¡Cinco! 🦌🦌🦌🦌🦌
Geluidsbestand

Pensábamos que ayer habíamos hecho muchos kilómetros… pues hoy más todavía. ¡Casi 300! Que sí, que sí, trescientos. Y sin ni una croqueta de premio. Lo de ser perro viajero tiene su parte buena, pero también hay que ganarse el pienso —digo, la vida— con paciencia.

Empezamos fuerte. Primera etapa: casi 180 kilómetros sin apenas parar. Yo ya iba con cara de “¿ya hemos llegado?” desde el kilómetro cuarenta, pero nada, que no aflojaban. Papi Edu conducía, tito Joan miraba mapas y yo… resignado. Menos mal que en la radio no pusieron reguetón.

Llegamos a Ruka, una ciudad de deportes de invierno. ¡Pero en pleno agosto ni rastro de nieve! Vamos, que si alguien me lanza una bola de nieve, es de mentira. Por lo visto en invierno esto se llena de esquiadores deslizándose como si no hubiera gravedad, pero ahora parece un decorado de serie nórdica sin crímenes.

Subimos en coche hasta uno de los puntos más altos. Ya con eso yo daba el paseo por hecho, pero no. Aparcamos y papi Edu decidió que había que subir *más*. Claro, como él no va a cuatro patas… Allá que fuimos. Las vistas desde arriba eran tan bonitas que se me olvidó gruñir. Lagos infinitos, colinas suaves y bosques por todas partes. Y en la cima… ¡renos!

Pero no salvajes, no. Estos llevan collar, como si fueran perros grandes con cuernos. En Finlandia es lo normal: los renos tienen dueños, como yo, pero viven sueltos en la naturaleza. Es decir, pueden andar por donde quieran, pero si te fijas bien, llevan un collar que los identifica. Como si yo me fuera de excursión solo con mi nombre colgado del cuello (cosa que no va a pasar, que conste).

Y claro, había una madre con su cría. Bonita estampa, sí, pero se puso en modo “madre protectora nivel vikingo”. Cuando vio que nos acercábamos un poco más de la cuenta, bajó la cabeza, hinchó el pecho y nos miró con cara de “una palabra más y os reviento”. Nosotros, muy listos, dimos un paso atrás, nos hicimos los suecos y seguimos nuestro camino. Consejo: a los renos, mejor mirarles de lejos y sin decirles nada de sus collares.

Desde Ruka, seguimos hasta Karhujärvi, que es el punto más norte al que ha llegado tito Joan en todo su viaje por Finlandia. ¡Momento histórico! Aunque papi Edu y yo ya habíamos estado más al norte —que venimos del Cabo Norte y lo de Laponia lo tenemos ya mascado—, para tito Joan era *el norte de los nortes*. Hicimos foto, dimos la vuelta y… ¡rumbo al sur!

Después de tanto coche, por fin paramos a descansar en un sitio precioso. Una área de picnic junto al lago Soudunjärvi, cerca de Karjalaisenniemi (sí, el nombre parece un estornudo). Allí comimos, descansamos, y papi Edu se dio un baño. Bueno, eso de “darse un baño” suena a spa, pero el agua estaba sorprendentemente agradable. Aun así, él feliz. Yo, desde la orilla, con cara de “tú sabrás lo que haces”.

Seguimos carretera abajo, cruzándonos con más renos que coches. Algunos paseando por el asfalto como si fuera suyo. Bueno, en realidad es suyo: aquí todo está tan tranquilo que ni siquiera pitan. Los conductores esperan a que el reno se digne moverse. Yo también los observo, pero desde mi ventanilla, por si acaso.

Pasamos por la ciudad de Posio, donde hay una tienda muy especial: *Pentik*. Para los que no lo sepáis, Pentik es una marca finlandesa famosa por su cerámica, su diseño nórdico y esas cosas que a los humanos les encantan pero que a mí me parecen no-comestibles. Eso sí, la tienda de Posio no es una más: es la original, donde empezó todo. ¡Y tiene un mural enorme de cerámica en la fachada! Vamos, que si lo rompiera con mi pelota, sería noticia nacional (pero tranquilos, no lo hice… esta vez).

Último tramo del día, casi dos horas más. Yo ya ni sé en qué postura sentarme. Pero al final llegamos a un sitio que huele a descanso: *Pikku Kangasjärvi*. Un lago rodeado de árboles donde vamos a dormir. Papi Edu se dio otro baño —este hombre es un pez disfrazado— y luego cenamos en paz.

Yo me tiré bajo la mesa de picnic, olfateando el aire. Huele a bosque, a agua limpia y a aventura… aunque también a patas cansadas. Mañana seguimos hacia el sur. No sé cuántos kilómetros nos esperan, pero espero que haya menos coche y más paseos. O al menos, más siestas largas.

Y si hay renos, que no me miren mal, que yo soy pequeño pero intenso.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
17 + 2 =
Resuelva este simple problema matemático y escriba la solución; por ejemplo: Para 1+3, escriba 4.