Día 182

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Hoy empezamos el día con calma... bueno, como siempre. Mis humanos no son de esos que saltan de la cama con el amanecer. Cuando finalmente salimos del sitio donde habíamos dormido, ¡ya eran las once! Para entonces, yo ya había tenido tiempo de sobra para estirarme, bostezar, vigilar un poco y hacer mis asuntos perrunos.

Conducimos hasta el centro de Riga, pero no el casco antiguo, sino una zona más moderna. Aparcamos en un parking privado vigilado (sí, de esos donde los humanos pagan para que otro humano se quede mirando los coches). Y entonces llegó la gran decisión del día: ¿quién exploraría la ciudad?

Spoiler: no fui yo.

Mientras mi papi y tito Javi se iban de aventureros, yo me quedé en la camper, cumpliendo con mis importantes funciones de vigilancia, descanso y supervisión de la pelota (porque nunca se sabe cuándo puede necesitar ser rescatada). Me contaron que fueron al Museo de Judíos en Riga, luego pasearon por un barrio con un montón de edificios Art Nouveau (esos que parecen sacados de un cuento de hadas, pero sin hadas, ni huesos, ni chuchos). También visitaron la Catedral Ortodoxa de la Natividad de Cristo, que por lo visto es impresionante, aunque no estoy seguro de que permitan perretes dentro... ¡lo cual es claramente un fallo de diseño!

A eso de las seis de la tarde volvieron, y por fin me tocó salir a explorar un poco. Luego buscamos un sitio para perroncar, pero ni siquiera tuvimos que buscar mucho, porque nos fuimos al mismo sitio increíble de anoche, en pleno centro de la ciudad.

Conclusión: mis humanos ven museos, yo vigilo la camper. Ellos admiran edificios, yo admiro mi pelota. Cada uno con su misión, y a dormir felices.

Joan

Súperrrrr

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