Día 181

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Nos costó un montón despedirnos de nuestro rinconcito secreto. ¡Teníamos playa privada! Bueno, en realidad era un lago, pero yo lo sentía como mi propia mansión de verano. Mi papi, tan valiente, decidió darse otro chapuzón matutino mientras yo supervisaba desde la orilla. Pero claro, todo lo bueno se acaba y pasada la once cogimos el coche rumbo a la gran ciudad: Riga.

Entrando en la ciudad, cruzamos un río y dejamos el coche junto a un parque. Mi papi, como buen detective de reliquias soviéticas, se puso a buscar una estatua de Lenin que supuestamente estaba allí. Dimos vueltas, miramos por todos lados y… nada. Hasta que preguntamos y nos contaron que en Letonia están quitando todos los recuerdos de la época comunista. Así que Lenin, desaparecido.

Dejamos la misión imposible y seguimos andando hacia el centro. Pasamos por un árbol muy curioso, decorado con cortes en la corteza, y justo después vimos la Biblioteca Nacional de Letonia. Es un edificio moderno y enorme que parece una gran montaña de libros. Desde allí cruzamos el puente hacia el casco antiguo, donde Riga nos recibió con sus calles adoquinadas, edificios históricos y un ambiente animado.

Antes de perdernos entre tanto sitio bonito, hicimos una parada estratégica para comer. Bueno, ellos comieron. Fuimos a un restaurante autoservicio muy popular donde mis humanos se sirvieron platos grandes mientras yo contemplaba la injusticia del mundo desde el suelo.

Después de llenar sus barrigas, nos lanzamos a explorar. Riga tiene un montón de cosas chulas, como la catedral con su torre altísima, la plaza del ayuntamiento con su edificio impresionante y el Mercado Central, que huele a mil delicias. Caminamos durante horas, hasta que llegó el momento de buscar un sitio para dormir.

Y vaya sitio encontramos: una isla en medio del río Daugava, justo al lado de la Torre de Telecomunicaciones de Riga. Esta torre es altísima (368 metros) y está pintada con los colores de la bandera letona. Desde arriba dicen que se ve todo, pero yo ya tenía suficiente con mi vista panorámica de pescadores moviéndose en la orilla. Para variar, estamos al lado del agua otra vez.

Así terminó nuestro día: de una playa privada a una isla secreta. Quién sabe qué aventuras nos esperan mañana... ¡Yo solo espero que incluyan comida para mí!

Yooo

Hooooooooooooooooooooooooooooooo

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