Día 165:
Nasbinals – Massegros Causses Gorges
De un lago soso al espectacular cañón del Tarn
Hoy papi decidió que íbamos a madrugar como auténticos héroes… y arrancamos a las once. Yo sospecho que para él cualquier hora antes de comer es “muy temprano”, pero no le voy a romper la ilusión, que luego dice que soy un perro poco motivador.
Primero pasamos otra vez por Nasbinals, ese pueblo que ya casi me saluda por mi nombre. Pero esta vez ni pis empezamos allí: directo rumbo sur, siguiendo los sabios consejos de nuestra guía digital. El plan era ir al lago Saint-Andéol para dar un paseíto alrededor. Yo ya me imaginaba patos, charcos, gnomos acuáticos o algo así. Pues llegamos, lo vemos desde la ventanilla… y ni rastro de senderos. Solo un lago redondito, muy correcto, muy serio, con pinta de estar ahí desde que los dinosaurios pedían menú del día. Nada de emoción, ni una rana saludando, ni una orilla que dijera “paseadme”. Total, que ni bajamos. Yo ladré un “siguiente” en silencio y papi arrancó.
Continuamos carretera abajo hasta La Canourgue, que en los folletos se vende como la pequeña Venecia. Yo ya me veía en góndola ladrando "ciao" a los humanos… pero los canales estaban más secos que mi cuenco a las ocho de la mañana. Eso sí, el casco antiguo tenía su encanto: casitas antiguas, callejuelas estrechas y ese aire de “si corres un poco te lo ves en media hora”. Y así hicimos. Olfateé cada esquina por si había algún canal escondido, pero ni gota. Venecia cero, encanto rural uno.
Luego otra tanda de curvas hasta Sainte-Enimie. Llegamos antes de las dos, después de unos sesenta y cinco kilómetros de coche, si contamos desde nuestra heroica salida matutina. Aparcamos en un parking enorme pegado al río Tarn, con carteles que decían algo tipo “esto a veces se inunda, luego no lloréis”. Pero con el solazo de hoy, lo más peligroso que vi fue una hormiga kamikaze.
Comimos en la camper: papi sus cosas de pan y queso, yo recibí mi pienso con su toque gourmet de paté, porque soy perro pero no bruto. Después bajamos al pueblo, que es una monada metida en el cañón como si alguien lo hubiera dejado caer ahí y se hubiera quedado quieto. Calles empedradas, casas de piedra, rincones con sombra… y unas vistas que ni falta les hace filtro.
Pero no habíamos acabado de serpentear el día. Volvimos al coche y seguimos por las Gorges du Tarn Causses, que básicamente es un cañón enorme que han ido excavando el río y millones de años de paciencia geológica. Yo, que soy perro pero culto, observaba el paisaje como si estuviera en un documental con música épica.
En diez minutitos llegamos a Saint-Chély-du-Tarn, un pueblo enano con complejo de postal. Solo tiene un puente que lo conecta con el universo, una iglesia y muchas piedras bien colocadas. El lugar es tan escénico que parece que en cualquier momento aparezca un druida o un turista japonés con trípode.
Después vuelta al coche, buscando sitio para dormir. Seguimos el Tarn, túnel va túnel viene, curvas majestuosas y paredes de roca que daban ganas de aullar por la acústica. En La Malène cruzamos el río y salimos un poco del desfiladero. Papi había fichado un sitio estupendo en plena naturaleza y yo ya me veía marcando territorio con poesía… pero al llegar: ¡invasión humana! Cientos de coches, autocaravanas y gente como si regalaran jamón o hubieran escondido un Pokémon legendario. Ni idea del evento, pero desde luego no era para perros tranquilos como yo.
Así que cambiamos de plan y seguimos hacia el oeste. Otra ruta espectacular, rocas que parecían castillos de gigantes y curvas que en Italia tendrían dorsal y camiseta. Bajamos de nuevo a la garganta del Tarn, cruzamos en Les Vignes y subimos por el otro lado. Ahí ya papi sudaba solo de girar el volante y yo iba de copiloto motivacional.
Al final encontramos nuestro paraíso: un claro amplio entre árboles, con un rayito de sol resistiendo antes de esconderse detrás del bosque. Silencio absoluto, sin coches, sin humanos, sin eventos misteriosos. Solo nosotros dos y el mundo oliendo a verde y paz.
Aquí nos quedamos a dormir. Si mañana madrugamos otra vez a las once, ya puedo pedir diploma de perrogrino profesional.
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