Robin Hood no apareció, pero sí una cuesta que casi me saca la lengua por la oreja. Luego vimos una iglesia rota muy importante, aunque tuvimos que espiarla por encima del muro. Planazo.
Global Tracking 2025
Entre espinas traicioneras, vientos despeinantes y lluvia inglesa, cruzamos media isla en busca de un rincón seco. ¿Lo encontramos? ¡Sí! Pero las espinas siguen en mi memoria perruna…
Montaña arriba, montaña abajo… casi 18 km de aventura, viento en la cara y patas al límite. Pero con bocata, siesta y paisaje brutal, ¿quién se queja?
Pasamos la noche meneándonos como croquetas en sartén con viento. ¡Y encima agujetas! Pero aún así, hoy tocó piedras mágicas, calles con tiendas para humanos montañeros y un mirador con sorpresa final.
Ni castillos ni gaitas: nuestra entrada en Escocia fue discreta. Lluvia, barro, una manguera milagrosa… y una batalla campal contra bichos del infierno.
Entre conos de piedra, mitches asesinos y señales de pago absurdo, recorrimos un lago, dimos mil vueltas y acabamos en un puerto donde el río va y viene según le da la marea.
Desde el relax total en el puerto de Wigtown hasta los acantilados del Mull of Galloway. Con torre medieval, ruinas sagradas y una cueva de santo. Y yo oliéndolo todo, claro.
Desde el punto más sur de Escocia vimos la Isla de Man e Irlanda. Luego en Portpatrick caminamos entre acantilados y viento hasta otro faro casi idéntico. ¡Día de vistas, faros y orejas al vuelo!
Vimos lujo de mapache, poesía con falda y una ducha sin presión. Yo esperaba una pelota, pero solo cayó pienso y lluvia fina. ¿Escocia? Más bien Escurcia.
Nos despertamos tardísimo, cruzamos moors lluviosos y sacamos libras a precio de oro solo para unas patatas sin pescado. Al final, ferry movidito, lluvia escocesa y noche misteriosa en la isla invisible.
Sol, menhires, una ducha al aire libre y cuevas llenas de piedras mágicas... hasta que los midges atacaron. ¡Huida en coche y final feliz junto al mar sin bichos!
Entre un castillo donde jugué a ser Sir Chuly y un valle con río resbaladizo, lo pasamos de lujo... hasta que decidí que la subida no era para mí. Menos mal que el ferry no se escapó.