Día 177

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Hoy el día arrancó con algo de emoción, como siempre. Cogimos el coche y emprendimos un trayecto corto hasta la ciudad de Narva, justo en el límite entre Estonia y Rusia, y su castillo medieval, el Castillo de Narva, nos da la bienvenida con una vista impresionante. Pero no cruzamos a Rusia, no soy tan aventurero, aunque el lugar es tan peculiar que me hubiera gustado ver algo más allá del río. De hecho ni siquiera se puede cruzar la frontera en coche. ¡Nada de pasar de un país a otro como si fuera un paseo! Solo los peatones pueden cruzar por el puente que conecta Narva con Rusia. Así que no, no pudimos dar un salto de un lado a otro, ¡tendremos que esperar a otro momento para eso!

Mi papi decidió subir a investigar mientras yo me quedé abajo con mi tío Javi, disfrutando del aire fresco y viendo cómo la gente se mueve por la ciudad. Mi papi buscaba una estatua de Lenin, pero por lo que se ve, ya ha sido removida. Esos recuerdos del pasado soviético están desapareciendo poco a poco, como si fueran sombras desvaneciéndose con el tiempo.

Paseamos un buen rato por la zona fronteriza, donde se ve Rusia al otro lado del río Narva (casi podía oler la diferencia en el aire, aunque era una ilusión).

Luego seguimos nuestro camino. Finalmente, llegamos a un lugar muy bonito, un área de pícnic o acampada controlada, en Pedassaare. El sitio está junto a un lago, con un paisaje tranquilo que invita a relajarse. Es el lugar perfecto para descansar de tanto trajín y disfrutar de la naturaleza.

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