Un día de transición: charla camperil con holandeses, travesía tranquila a Irlanda del Norte y paseo vespertino entre árboles y autocaravanas.
gratuito
Un bosque fresquito, parada en Lidl y siestas junto al río Quoile. Hoy no salvamos el mundo, pero casi pillo un pato. Día de pelotas, paseos tranquilos y pereza nivel experto.
De Downpatrick a Annalagen pasando por historia sagrada, carreteras cortadas, duchas de lujo y el país número 39 en mi pasaporte perruno. Irlanda, allá vamos.
¡Castillo sin castillo, playa sin chapuzón y vecinos sin parar! Pensábamos dormir tranquilos y acabamos montando una tertulia internacional en plena costa irlandesa.
Abrazos de despedida en el aeropuerto, sustos mecánicos en la carretera y un final junto al mar en Carlingford, con viento, buenas vistas y la camper resistiendo… por ahora.
De madrugada, el viento casi nos despega la camper. Entre ruinas, atascos y gaitas, acabamos el día refugiados en un bosque cerca de Belfast, esta vez con calma… creo.
Un ranger simpático, un pez de cerámica gigante, el Titanic a tamaño real y murales que hablan del pasado y del presente. Belfast se muestra sin filtros… y nos deja con mucho que contar.
Hoy nos dejaron sin la ruta de los acantilados, pero encontramos un sendero al faro de Blackhead, casitas de colores que casi me dejan bizco y un nuevo rincón junto al mar para dormir.
Cascadas, helados y un baño valiente en Ballycastle antes de adentrarnos en un rincón escondido entre campo y bosque, solo para los que se atreven con un 4x4.
De cuevas solitarias a la Calzada del Gigante, pasando por un puente carísimo y unas chinas que gritaban “I-AR-SAT” mientras yo posaba como modelo. Día redondo para un perro explorador.
Entre templos, murallas y un puente que une más que orillas, cruzamos de Irlanda del Norte a Irlanda sin darnos cuenta. Un día para pensar… y para olisquear.
Entre castillos antiguos, escaleras misteriosas y paisajes infinitos, seguimos el día con hocico al viento y patas inquietas hasta un rincón costero que parece un spa perruno.