viaje
Lluvia a cántaros y viento travieso, pero yo en la cámper convertido en rey de los charcos imaginarios. Sneem, cantera espeluznante y refugio perfecto para dormir sin mojarse.
Círculos de piedra como coliseos, castillos envueltos en hiedra, carreteras que parecen trampas y un muelle solitario frente al mar. Hoy mis patas y mis orejas no han tenido ni un respiro.
Entre acantilados que parecen morder el mar y carreteras que nos retan con sus señales de “no pasarás”, descubro que la aventura late más fuerte cuando papi Edu decide desobedecer.
Entre arenas que parecen autopistas, un muelle que se escurre hacia el horizonte y ruinas que susurran al viento, descubro que hasta el mar guarda sorpresas que no esperaba.
De la abadía solitaria de Moor a los senderos sin fin de Ballyseedy Wood. Toros, hierbas altas, viento y muchos kilómetros de paseo en un día redondo.
Hoy no hubo castillos ni aventuras, solo kilómetros, compras y un rincón tranquilo en el bosque donde descansar tras un mes de turismo sin parar.
Una noche de cuna con ruedas, planes de escape de Irlanda y un castillo que jugaba al escondite.
Un día que empezó tranquilo en Malahide acabó con curvas oscuras, arbustos asesinos y un aire de película de miedo de bajo presupuesto.
Entre ruinas sagradas, montones de turba y carreteras que parecían hechas para caracoles, terminamos el día con sesión privada de Derry Girls en nuestra cámper-cine.
La lluvia fastidió los planes en Slieve League, pero tras kilómetros y compras en Lidl acabamos en Lough Key. Papi Edu nadó, hasta Tito Javi se duchó con agua fría y dormimos solos junto al lago.
Hoy casi me convierto en padrino de boda, corrí en una playa perfecta sin mi pelota y huimos del temporal que rugía en Slieve League. Acabamos refugiados en un puerto tranquilo junto al mar.