Pensábamos parar un ratito en Conques y acabamos exprimiendo seis euros de aparcamiento como si incluyeran hotel con spa. Luego empezó la caza del dormimóvil perfecto… casi de noche, claro.
viaje
Creía que el despertador era una amenaza nuclear, pero resultó que papi solo quería madrugar… a las once. Entre compras sin mí y un río secreto, acabamos en un paraíso de siesta y pradera.
Creí que la carretera cortada era solo para coches… así que me tumbé en medio como si fuera mi terraza privada. Entre curvas repetidas, pueblos de postal y una garganta sin humanos, hasta yo perdí la cuenta de los paisajes.
Subimos al Puy Mary por un sendero empinado, vimos el sol esconderse tras las colinas y bajamos casi a oscuras. Todo después de cataratas sorpresa, presas gigantes y carreteras de montaña.
Creía que nos quedaríamos en nuestro paraíso secreto, pero papi Edu me llevó de colinas aburridas a puentes medievales y acabamos en un lago misterioso bajo la noche.
Hoy conquisté una playa escondida, jugué hasta enterrar la pelota tres veces, sobreviví a una carretera con más curvas que una serpiente y acabé vigilando un lago secreto solo para mí.
Un lago inmenso, una playa de arena sin bañistas y un ejército de bellotas kamikaze bombardeando nuestra cámper. Al final, victoria perruna y descanso sin explosiones.
Un lago bonito, pero con cartel de “perros prohibidos”. Compras XXL, siesta épica y final feliz junto al río Vienne, con toda la pradera solo para mis patas.
Creía que íbamos a pasar el día entre hierba y siestas, pero papi Edu arrancó el motor y acabamos explorando castillos, ríos y pueblos de cuento antes de dormir junto al lago Rouffiac.
Entre un castillo caído del cielo, una pizza que sale de una máquina y un rincón secreto junto a un arroyo, celebramos mil noches sobre ruedas… y aún no hemos aprendido a quedarnos quietos.
He dormido mil noches en nuestra casa rodante, y papi Edu una más. Mil y una noches de caminos, lluvias, nieve y estrellas, que no cuentan países, sino sueños sobre ruedas.
Oradour-sur-Glane nos deja sin palabras y sin paseo. Yo, el único perro del mundo vetado por la historia, espero fuera mientras papi visita las ruinas. Al final del día, la calma vuelve entre árboles y tornillos.