Paramos en Gairloch con intención de seguir, pero el mal tiempo y los mosquitos nos retuvieron... ¡y hasta los malagueños aparecieron de nuevo para saludar!
viaje
Hoy cruzamos un puente colgante, vimos un desfiladero y subimos a un mirador con vistas alucinantes. Todo muy épico… si no fuera porque lo hicimos sin barro, sin aventura y desde dentro.
Visitamos un lugar donde las piedras hablan, las ovejas no se apartan del camino y papi Edu volvió lleno de arena. Por la noche, música en directo… aunque menos directa de lo esperado.
Subimos una montaña con ciervos gigantes, nos reencontramos con amigos andaluces y gibraltareños, nos bebimos hasta los midges… y terminamos el día en un rincón secreto sin bichos.
Una caminata épica hasta la cascada más alta del Reino Unido, barro hasta las orejas, vistas que no vimos y un baño con sorpresa… de miches. Y todo para dormir en un puerto sin encanto, pero con estuario.
De acantilados con cuevas a playas desiertas y baños helados. Hoy cruzamos el norte de Escocia entre españoles parlanchines, autostopistas con fe y puestas de sol sobre lagos solitarios.
Una puesta de sol de postal, hoyos en la arena y un granjero con más mala leche que un yogur caducado: así fue nuestro día entre playas desiertas, acantilados espectaculares y búsquedas épicas de señal.
Un paseo entre piedras históricas, una lavadora de lujo y una señora que reparte chuches. Entre viento, recuerdos industriales y un aparcamiento con vistas, encontramos un respiro en el norte de Escocia.
Entre ruinas vikingas, castillos que se asoman al mar y pajaritos que parecen pingüinos, llegamos al mismísimo norte de Escocia... para luego dar media vuelta buscando un sitio donde no nos tiren huevos.
Luces locas, un castillo colgando del abismo y una cena inesperada con dos señores de Israel. Yo, en la camper con mi pelota. Papi Edu, con mince and tatties en la barriga.
Entre acantilados espectaculares y ruinas ancestrales, Papi Edu lucha contra la tos… y el coche decide unirse al drama con una avería luminosa digna de discoteca.
Castillos caros, paseos entre helechos, una playa "alternativa" y un lugar solitario con historia triste. Ah, y arena hasta en las orejas. Así fue nuestro día en las Highlands.